(lo único malo de andar en bici es que no puedo leer el diario mientras viajo)
Leo Página 12 desde que nació. Hacía pocos años que volvíamos del exilio en México. Entre las tareas que implican reconstruir su vida, mis padres también buscaban qué diario leer. Por un tiempo compraron La Razón que en esa época tenía un suple infantil. Igual que la revista Humor, que traía el HUMI, mi preferido. Hasta que apareció Página. Recuerdo que no salía los lunes, las tapas de color amarillo, la de SuperErman, la de la Mala Leche, entre otras.
La llegada del suple No fue un golazo. Ahí elegíamos los recitales o fiestas donde ir con mis amigas. Mi carpeta del colegio estaba cubierta con las tiras de Clara de Noche, mientras la profe de historia miraba con desconfianza. Recuerdo leer a Soriano, Bayer, Gelman y Galeano. Tantos grandes de la literatura que cotidianamente nos contaban su versión de lo que pasaba en el país y el mundo. Luego conocí Página 30, los videos, los discos de música, de poesía, de archivos históricos… Los libros que traía cada domingo están todos aún en mi biblioteca.
En el año 99 viajé por Europa durante meses. En casa de amigos en Frankfurt encontré un Página 12 de esos días. Fue una alegría tan grande que me lo leí de cabo a rabo. Hasta mandé mi respuesta para la sección “Yo me pregunto”.
Si hay algo que me gusta de Página es que se pueden leer los ejemplares viejos, siempre hay alguna nota que no salió en otro lado u opinión relevante para revisar. El Radar es mi preferido, los domingos en familia discutíamos quién lo leía primero. Además, los guardo uno a uno porque siempre me quedan notas por leer. Es la mejor revista cultural que he leído. Y con ella también seguí conociendo el mundo con sus notas, entrevistas e imágenes.
Estudié Comunicación Social y por algunas casualidades entré a trabajar con Miguel Bonasso cuando empezaba su vida como diputado. A pesar de su labor legislativa él no dejaba de mandar sus notas de opinión al diario. Y así conocí a Martín Piqué, Alejandra Dandan, Pablo Piovano, Sergio Kiernam, el archivista Aaron, la secretaria de Granovsky o de Tiffenberg. A otros los conocía de la Facultad: Mercedes López San Miguel, Fernando Krakowiak, Ángel Berlanga. Y sentía que ya era amiga de Página. Y así Página siguió acompañando mi vida, mis salidas, mis opiniones.
La salida de Las 12 abrió puertas y ventanas a temas que no se leían en otras páginas. Recuerdo los arquetipos y las arquetipas de Sandra Russo, cada vez que leía alguno le ponía el nombre de alguna persona que conocía y entraba perfecta en esa descripción.
En 2003 me tocó viajar a Paraguay para las elecciones presidenciales. Hablé con Claudio Uriarte y le ofrecí la cobertura. Y mandé mi crónica del día en que ganó Nicanor Duarte Frutos. Y estuve en las páginas del diario por primera vez.
Recuerdo el verano del 2011 en que falleció la queridísima María Elena Walsh. Y Página lo puso en tapa y le dedicó largas páginas a homenajearla. Compré el diario en la estación de Moreno y me tomé el tren a Capital. No hice más que llorar con cada nota que leía, recordándola como parte de mi infancia. Y agradeciendo al diario que hasta Verbitsky escribía sobre ella.
Y la última para compartir fue este verano, en una playa solitaria de Uruguay, de esas donde no llegan los diarios, ni la radio, ni Internet. Luego de varios días así, una ya pierde la ansiedad por saber qué pasa en el mundo mientras camina por la playa o cuenta las estrellas. Una mañana, en una sombrilla cercana un hombre ojeaba un Página. Con mi amiga Luca nos tiramos encima a pedirle por favor que nos dejara leerlo. Era viejo, pero ante la abstinencia, ya no importaba. Fue un regalo del cielo poder leerlo en ese paraíso.
Gracias Página, feliz cumpleaños y por muchos años más juntos.
Violeta Burkart Noe
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